Chicharrones y manteca colorá


Cuando éramos pequeños mis abuelos y mi tía solían pasar largas temporadas en Sevilla.

Recuerdo que cuando regresaban siempre nos traían todo tipo de objetos curiosos y productos  que para nosotros eran poco menos que exóticos. Rebujina, tortas de aceite, chucherías, almendritas, pipas, aceitunas, libros, farolillos de papel...

Esperábamos esos pequeños tesoros con curiosidad e impaciencia durante todo el año.

Una de mis meriendas favoritas en casa de mis abuelos eran las tostadas de manteca colorá con azúcar.


Es un sabor muy especial que se agradece más en la nostalgia, un pecado que solo se puede cometer de vez en cuando, un viaje al pasado y al sur que sólo disfruto en vacaciones.

Hasta hace muy poco solía llamar a mi tía Esperanza para que me refrescara un poco la memoria y me confirmara los ingredientes de las recetas que solían prepararnos ella y mi abuela.  

Preparando esta receta la he echado más de menos que nunca, pero sé que me estará leyendo desde el cielo y que coincidirá conmigo en que los chicharrones estaban deliciosos, pero la manteca aun está mejor que en mis recuerdos.

INGREDIENTES

2 KG DE PELLA DE CERDO
SAL
ORÉGANO
2 CUCHARADAS SOPERAS DE PIMENTÓN DE LA VERA

PREPARACIÓN

El  señor Pepe, carnicero de la plaza de mi barrio, me ha guardado los trozos más grasos del cerdo. Como el cerdo parece que había estado a dieta y no tenía mucha grasa me ha preparado varias tiras de tocino de cerdo con la piel y un poco de carne. 

He cortado las tiras en trozos más pequeños, los he salado un poco y los he puesto al fuego directamente en una tartera con fondo antiadherente. 

Poco a poco el tocino ha empezado a derretirse y solo ha hecho falta remover de vez en cuando para evitar que ser pegasen. 

En unos tres cuartos de hora los chicharrones estaban bien fritos y crujientes, nadando en la manteca transparente y crujiente.

Retiramos los chicharrones y los dejamos enfriar sobre papel absorbente.

Freímos un ajo entero con piel y un puñado de orégano seco, y, cuando el ajo estaba bien frito, he retirado la tartera del fuego y le he añadido dos cucharadas soperas de pimentón de la Vera (dulce), disolviéndolo bien.

Cuando se ha enfriado un poco he colado la manteca, la he servido en dos tarros y la he puesto en la nevera para que se solidificase.

Los chicharrones volaron; me ha encantado que a todos les hayan gustado muchísimo y que haya tenido que jurar que los volvería a hacer pronto. 

Pero la manteca colorá ha sido mi triunfo personal y mi billete de ida y vuelta a la infancia. No tenía mucha confianza en el resultado final, pero ahora no cambiaría nada de la receta.

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